¡Me corto 28 centímetros de mi cabello!

 

Noviembre 2019

Con frecuencia le pedimos a la vida, a Dios, al destino, a la suerte, que las cosas nos vayan bien.
Brindamos siempre bajo un mensaje:
Disfrutar de buena salud, un buen trabajo, un novio fiel, un buen cuerpo sin dietas estrictas, aprobar los exámenes y una lista interminable de deseos.
Pero…
¿Qué ofrecemos?
Considero que no se puede exigir sin ofrecer nada a cambio. No es justo pedir y no dar, consejo válido para cualquier circunstancia.
Por ello decidí desprenderme de algo muy personal y que adoraba de manera incalculable: mi cabello.
Me cortaron una trenza de 28 centímetros, la guardé en una bolsa de plástico hermética y la envíe a la fundación Chai Lifeline, una organización que trabaja con niños y niñas que luchan contra el cáncer y convierten los mechones en pelucas gratuitas o de bajo coste.
El pelo es un atributo muy especial del ser humano, tanto del hombre como de la mujer porque nos caracteriza, distingue y da personalidad.
Su caída ocasiona una desnudez interior acompañada de más dolor e impotencia. Por ello, el obsequio de una peluca puede dar fuerza para luchar con los nuevos desafíos que supone esta enfermedad, a la vez que mejora la seguridad con uno mismo.
Mi trenza fue dirigida a aquellas personas que han perdido su cabello a causa de los efectos secundarios de la quimioterapia o la radioterapia. Este acto no me dio pena porque si uno reflexiona lo realmente triste es que esta enfermedad -al igual que otras muchas- puedan causar la muerte a cualquier edad.

En cada familia existe algún miembro o alguien cercano que lamentablemente ha tuteado a la muerte, como si se tratase de un juego de cara o cruz, tú si, tú no, aportándonos nuevas cifras de enfermos y muertos cada año.
Recuerdo que cuando era pequeña tenía miedo a unas cabezas que había en la habitación de mi abuela, siempre me quedaba quieta en la puerta mirándolas, todas tenían el pelo largo y de vez en cuando –los días que me despertaba un poco más valiente- me acercaba a acariciarlas, pero terminaba por salir corriendo.
Mi abuela sobrevivió a un cáncer de mama en el año 1995 y utilizó pelucas durante un tiempo, yo la veía muy feliz cuando se miraba en el espejo y se la recolocaba.
En el año 2016 le localizaron un tumor en el hígado, y este nuevo cáncer era metastásico, por lo que se le fue extendiendo poco a poco hasta agosto de 2018, cuando finalmente descansó en paz.
Cualquiera puede ir al médico a una revisión normal y que le comuniquen así sin anestesia que tiene un tumor. Una noticia que deja una huella profunda y una reflexión sobre la importancia que tiene la vida, el privilegio que tenemos de estar sanos disfrutando de todos los momentos.
Sonamos muy ridículos cuando hacemos una tragedia de cualquier problema diminuto. Debería darnos vergüenza enfadarnos por tonterías, cuando hay personas maravillosas que no han hecho nada malo, sino todo lo contrario y están muriendo por enfermedades que han llegado sin ir buscarlas.
A las que sobreviven deberíamos regalarles un trocito de nosotros para aportarles de alguna manera luz a su oscuridad en un acto totalmente altruista.
El proceso para la donación:
  1. Lavar el cabello.
  2. No aplicarle ningún spray, gel o mousse. Secarlo completamente.
  3. Cortar las puntas quemadas, eso no lo necesita nadie.
  4. Medirlo con una regla o metro.
  5. Trenzarlo y asegurarlo fuertemente con gomas en ambos extremos.
  6. CORTAR LA TRENZA
  7. Enviarlo desde una sucursal de correos para confirmar que llega a su destino.
Algunas asociaciones aceptan el cabello teñido, canoso, con reflejos o con permanente.
Es muy importante leer sobre los requisitos y el proceso de cada fundación para comprobar que aceptan las características de nuestro cabello, yo elegí Chai Lifeline que además de crear pelucas tienen un amplio servicio de ayudas y mucha participación en sus programas de apoyo.
Carolina Gascón.